domingo, 30 de diciembre de 2018

El temor a la memoria

por Christian Wiener Fresco



La Ministra de Cultura Patricia Balbuena anunció hace unos meses que como parte de los planes para el bicentenario del Perú se encontraba la creación de la Cinemateca Nacional Peruana en el Cusco. Lo cierto es que independiente de las palabras, y posiblemente buenas intenciones de la saliente ministra y funcionarios cusqueños que la respaldaron, no se ha avanzado nada al respecto. Igualmente se presentó en el Congreso de la República una iniciativa legal que proponía establecer de interés nacional la creación de la Cinemateca Nacional Peruana. Y aunque más declarativa que concreta, esta iniciativa sigue también durmiendo el sueño de los justos en el devaluado poder legislativo.El temor a la memoria

En el 2018 cientos de ciudadanas y ciudadanos, peruanos y también conocedores del medio en el extranjero, firmamos una carta abierta y pública a las autoridades peruanas donde, luego de exponer las razones básicas de la importancia y necesidad de la institución, se demandaba que al igual que en otros países del mundo, era imprescindible “que el Perú cuente a la brevedad con una Cinemateca Nacional, dotándolo de los recursos necesarios y una organización adecuada, contando con el apoyo firme del Estado, la sociedad y los sectores ligados a la actividad audiovisual.”  La misiva hasta ahora no tiene respuesta oficial.

En cuanto a la nueva Ley de Cinematografía, el texto aprobado en la Comisión de Cultura del Congreso, con aval de los gremios, sigue evadiendo el tema, sin propuestas alternativas ni real interés. Toca ver si en algún momento el proyecto llega por fin al pleno se acuerden que es deber y compromiso de los Estados la conservación y puesta en valor de los archivos documentales, tanto bibliográficos como audiovisuales.

La comisión de instituciones públicas reunidas por el Decreto del ministro del Solar para ver un diagnóstico de los archivos audiovisuales en el país, logró un eficaz balance cuantitativo pero no cualitativo de su situación a nivel del Estado, constatándose sobre todo el avance del canal 7 al respecto. Pero es incongruente que se siga aludiendo para la inoperancia en el tema a la duplicidad y enredo legal sobre el tema, siendo que todas esas entidades responden a un mismo sector que es cultura.  

Los concursos promovidos por el Ministerio de Cultura para fomentar la preservación de material audiovisual si bien ayudan a tomar conciencia sobre el tema, resultan un paliativo insuficiente para la enorme tarea en este campo, y un poco contradictorio en su lógica privatista con los fines básicos que debe tener una institución de archivo audiovisual, cual es el conocimiento y libre difusión de nuestro acervo a la sociedad.  

Todo parece indicar que más allá de lo declarativo y para la tribuna, al Estado y nuestras autoridades les interesa bien poco el tema del cuidado del patrimonio y sus consecuencias. Lo que es consecuente con la grave situación que atraviesan el Archivo General de la Nación, la Biblioteca Nacional y los Museos, con pérdidas de valiosas obras y piezas históricas, disputas por su ubicación y abandono presupuestal.

Faltan poco más de dos años para que el Perú celebre doscientos años de vida republicana. Una ocasión que exige mirar atrás para salir adelante. Pero ¿qué mirar cuando no hay nada que encontrar?  Porque un país sin memoria ni pasado, es un país sin futuro.

sábado, 29 de diciembre de 2018

En el juego de la vida

por Christian Wiener Fresco 

Truffaut escribió una vez, a propósito de Rossellini, que la gran mayoría de los cineastas aman el cine y sus formas sobre la vida y la realidad, mientras el maestro italiano fue uno de los pocos que prefirió la vida, con todas sus contradicciones e imperfecciones, a la irrealidad de lo cinematográfico. Esta frase se me vino al recuerdo ahora que acabó de ver en Netflix a la tan celebrada ‘Roma’ del mexicano Alfonso Cuarón, y a la menos promocionada ‘Lazzaro Felice’ de la italiana Alice Rohrwacher. Hacer un paralelo entre ambos filmes puede parecer algo forzado por sus variantes temáticas y de estilo tan marcadas, pero justamente en su comparación es que se descubre la dicotomía que hacía mención al inicio. 

Cuarón es claramente un cineasta que ama más el cine que la realidad, donde las formas de los encuadres, movimientos de cámara, uso de la perspectiva y posicionamiento de la luz está por encima de la vitalidad de sus personajes. Su ejercicio de memoria no es melancólico sino racional, geométrico, donde todos los elementos, incluido sus actores y hasta la caca de los perros, está dispuesto en perfecta composición visual. Este mundo fotográfico deviene inevitablemente en inamovible, porque nada que no haya sido previsto puede alterar el encuadre, ni siquiera la política exterior. Siendo la protagonista principal una empleada doméstica, nunca llegamos a saber nada de lo que siente o vivencia, más allá de lo que se encuentra en función de los otros. En el recuerdo cada uno tiene su lugar, étnica y socialmente. 

Por el contrario, en la película de Rohrewacher respiramos un aire de vitalidad desde el principio, en la campiña de tabaco de Inviolata, donde el tiempo parece detenido en esos campesinos hoscos atrapados en un mundo rígidamente compartimentado donde todos explotan a otro. Pero no estamos en un documental sino una ficción, una fábula moral de realismo mágico con un personaje casi angelical en su relación interclasista que termina destapando la pervivencia de la feudalidad en los tiempos actuales, la misma que tiene su colofón en la migración a la ciudad, donde nuevas explotaciones y desengaños se revelan entre la picaresca y los poderes omnímodos (iglesia y Banca). La película trae una serie de referencias cinéfilas de la mejor tradición del cine italiano, desde Olmi, Taviani Visconti a Pasolini o Fellini, pasando también por Buñuel, y por supuesto, el neorrealismo de Rossellini y De Sica. Pero todos asimilados a la diégesis de una historia y personajes que se sienten frescos, imprevisibles, humanos en fin, y por tanto, capaz de sacudirse de su situación, aunque pueda parecer imposible más allá de la magia. La imagen, para tal efecto, es limpia y tosca, alejada de cualquier esteticismo o acomodo al encuadre, porque hay mucha más vida fuera del espacio de la pantalla. O como decía Godard a propósito de Rossellini nuevamente: “cada imagen es bella, no porque sea bella en sí, como un plano de ‘Qué viva México’, sino porque es el esplendor de lo verdadero”. 

Sí, me gusta el cine, pero en este caso más me gusta la vida, afortunadamente.

miércoles, 13 de junio de 2018

Apología del terruqueo


Hace unos días un grupo de congresistas fujimoristas presentaron un nuevo proyecto de ley sobre cine en el Perú denominado “Ley para el Desarrollo de la Cinematografía y el Audiovisual peruano”, inscrita como el proyecto N° 2987-2017. El asunto no habría pasado de lo anecdótico, porque ya son varias las propuestas al respecto en el Legislativo, además de la que presentó el Ejecutivo el año pasado. Lo singular en el texto que encabeza la presidenta de la Comisión de Cultura y Patrimonio Cultural, María Melgarejo, es haber incluido, como quien no quiere la cosa, un nada inocente ni casual censura que hizo saltar las alarmas en el gremio cinematográfico y buena parte de la sociedad civil.


Nos referimos al comentado artículo cuarto del proyecto legal que propone  que “(…) Los proyectos seleccionados no podrán incurrir en apología del terrorismo, se considerará un aspecto favorable para la selección de los proyectos que no enaltezcan ninguna forma de abuso, violencia física y/o psicológica u opresión al ser humano“. Una proposición inaceptable, que pretende instaurar de facto la censura previa del Estado a los proyectos audiovisuales que sean contrarios al discurso oficial negacionista bajo acusaciones tan gaseosas y macartistas como las que esgrimen los fujimoristas “terruqueadores” en los últimos años. 

No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que esta iniciativa no es un exabrupto ni fruto de la casualidad, sino parte de la ofensiva por reescribir la historia de un solo lado, y apropiarse de la memoria en la que está empeñada la bancada mayoritaria en el Congreso, y que ya tuvo otras expresiones como los ataques a los artesanos de Sarhua, a la obra de teatro ‘La Cautiva’, la película ‘La Casa Rosada’ y más recientemente a las exposiciones en el LUM y el Museo de la Memoria en Ayacucho. Al cine peruano hace rato lo tenían en la mira, y no solo por sus títulos de ficción más conocidos sino por los documentales que han registrado desde diversos ángulos las huellas aun latentes del conflicto armado interno que ensangrentó al país en las últimas décadas del siglo XX.

Pero sería ingenuo suponer que retirado el artículo de marras se aleja la sombra censora. El problema sigue vivo mientras se mantenga vigente la Ley 30610 sobre delito de apología del terrorismo, aprobada por casi todas las bancadas del Congreso (con excepción dela izquierda) y promulgada por el todavía presidente PPK hace un año. La determinación de cuando se transgrede la delgada línea que separa la información de la supuesta justificación del acto terrorista es altamente subjetiva y con mucho peligro de manipulación, sea de jueces, periodistas o también jurados. Y como han demostrado sobradamente los fujimoristas y sus aliados de facto, en este tema ellos siempre irán por más, es decir por mayores recortes y limitaciones a cualquier tipo de libertad que les resulte incomoda a su proyecto político.

Los cineastas no pueden seguir creyendo que son una isla, y que la realidad exterior, social y política, solo los afecta en la medida que se inmiscuyan con ellos y su ley. Por el contrario, esta experiencia revela que la aplanadora naranja no tiene escrúpulos en arrasar con todo, como lo hicieron en los noventa, donde dejaron a los cineastas sin ley. Tal vez esto deje en claro para muchos escépticos la importancia y necesidad urgente de la Cinemateca Nacional, dejada de lado de lado por el proyecto del Ejecutivo, para preservar y difundir nuestra memoria, ahora tan amenazada por fuerzas oscuras y retardatarias.

Por lo demás, el proyecto 2987 es un despropósito, mal ensamblado y construido como un Frankenstein de otras propuestas, pero olvidándose del factor principal, es decir los fondos con que se financiaría las actividades y concursos, ya que no se habla si estos vendrán del presupuesto público (y en qué cantidad) o del fondo de la taquilla, como propusieron en un inicio los cineastas. Y lo peor es que eso se acompaña con la derogatoria de la 26370, es decir ni siquiera asegura la continuación de los 2008  UIT que el cine peruano recibe por la Ley actual.

Algunos puntos como las propuestas de descentralización, los referidos a los porcentajes de profesionales nacionales para determinar las películas peruanas, o el mínimo de mantenimiento para la exhibición de las películas peruanas en salas comerciales pueden ser atendibles para debatirse en un proyecto mayor, e incluso la creación de un Archivo Nacional Cinematográfico y Audiovisual, pero como una entidad autónoma y no dependiente del Archivo General de la Nación como figura en el proyecto, lo que es un absurdo por cuanto esta institución tiene finalidades muy precisas de resguardo de la memoria oficial documentaria del país, y carece de presupuesto para asumir una tarea completamente diferente y especializada que en todas partes del mundo es asumida por una institución dedicada a la materia. 

Y el capítulo inicial, que define el ámbito de la Ley y su objetivo, lleno de conceptos aparentemente altruistas como “democracia cultural”, “descentralización” e “inclusión”;  no se condice sin embargo con su posterior redacción y los afanes censores y de control, más que de promoción abierta e independiente que debiera ser el rol del Estado en el campo de la cultura y la libre expresión.

En fin, un proyecto que revela, faltaba más, el talante autoritario y desaprensivo conque los fujimoristas manejan las leyes, en especial en temas de cultura y educación. Y el doble discurso, porque fue esta misma parlamentaria la que apoyó el proyecto de ley de cine del Ministerio de Cultura en la Comisión de Cultura el año pasado, aprobándolo con algunas leves modificaciones. Para no seguir en estos dimes y diretes, que postergan el presente y futuro del cine peruano, lo mejor sería que se discuta realmente, de forma abierta y descentralizada, sobre la ley y lo que se necesita de forma integral, y sin manipulación ni contrabandos de los políticos. Y asegurando, como principio fundamental, la libertad de crear y expresar para todos, base de todo arte y comunicación humana.      

viernes, 4 de mayo de 2018

Cinemateca Nacional y burocracia

CINEMATECA NACIONAL: ¿Y DONDE ESTÁ EL INFORME ACERCA DE NUESTRO ACERVO AUDIOVISUAL ?

El primero de setiembre del año pasado, 2017, el entonces ministro de Cultura Salvador del Solar rubricó la Resolución Ministerial Nº 313-2017-MC que creaba el “Grupo de Trabajo Sectorial, de naturaleza temporal, con el objeto de efectuar un análisis situacional del acervo audiovisual nacional y formular recomendaciones para la elaboración de una política de conservación, preservación y difusión del mismo”.


En la misma Resolución se señalaba que el “Grupo de Trabajo Sectorial” tenía un plazo de seis meses para producir un informe que diera cuenta de sus resultados y actos. “El plazo de vigencia del Grupo de Trabajo será de seis (6) meses desde la emisión de la presente resolución.”

No es casualidad la creación de este Grupo de Trabajo Sectorial. Después de todo, no surgía de una inspiración iluminada y aparentemente tampoco de una decisión planificada: era mas bien una respuesta a una continua manifestación de descontento de parte del gremio cinematográfico ante la negativa manifiesta del Ministerio de Cultura de al menos iniciar las gestiones para crear una Cinemateca Nacional.

La creación del Grupo de Trabajo Sectorial, en el mejor estilo de manejo burocrático de un problema, le permitía al Ministerio “patear hacia adelante el problema” y acallar momentáneamente las críticas cada vez mas numerosas de los cineastas que de diferentes formas solicitaban que el Estado asuma una de sus funciones principales en el campo de la cultura: la defensa y preservación de nuestro patrimonio.

Estábamos así frente a una nueva maniobra que buscaba dilatar aún más un afán de solucionar una
necesidad fundamental de cualquier cinematografía que se precie de medianamente desarrollada. Las razones probablemente nunca las llegaremos a comprender ya que en este caso la entidad que debiera de ser la más preocupada de presentar propuestas las tiene bien guardadas.

Recapitulemos: Primero fue la teoría de las tres leyes (una ley de cine, una Ley de Cinemateca y otra de Film Comission). Segundo fue que no se incluía dentro del Anteproyecto de la Ley General de Cinematografía por que iba tener una ley aparte debido a las complicaciones burocráticas existentes para crearla. Tercero, se nos dijo que la creación era muy compleja por que implicaba ponerse de acuerdo con el Archivo General de la nación, IRTP y la Biblioteca Nacional, como si estas instituciones quedaran en Marte u alguna otra galaxia más lejana y no tuvieran directa vinculación con el Ministerio de Cultura. Cuarto al no existir más argumentos se busco la “solución” del Grupo de Trabajo Sectorial, recurriendo al tiempo y el olvido como santo remedio.

Como es sabido, de no mediar una adecuada conservación, las películas tienen un deterioro físico-químico manifiesto. El paso del tiempo, las condiciones de almacenamiento, el clima, principalmente la temperatura y la humedad, juegan muy desfavorablemente a su favor. Se convierten en una masa informe que emana un fuerte y desagradable olor ácido. Además ocupan espacio en casa y oficinas con la tremenda limitación que de no contarse con espacios y equipos adecuados (salas y proyectores) no se pueden ver (visionar como dirían ahora los huachafos). Es decir se convierten en objetos que estorban.

Sin embargo, las películas no solo tienen valor por su calidad artística, sino que además contienen mucha información. No solo las obras que con toda propiedad pueden ser calificadas de cinematográficas en mayor o menor grado sino, inclusive, la mas simple película familiar nos puede revelar muchas veces los usos y costumbres de una época, además de redescubrirnos lugares y/o personajes históricos. Mas allá de contarnos complejas historias que en su momento fueron parte del imaginario colectivo de nuestra nación y que muchas veces continúan siéndolo, el cine es memoria viva que contribuye a recuperar nuestra identidad. Y aunque no lo parezca, las películas son asimismo delicados objetos que de no cuidarse adecuadamente se pierden de manera irreparable, para siempre.

El 1 de marzo (hace ya un mes y 20 dias) venció el plazo que se autoimpuso el Ministerio para tener listo el informe y por lo tanto es totalmente pertinente preguntarnos ¿Dónde está? ¿Está ya listo? ¿Por qué no se publica de existir el mismo?

Por supuesto que no lo sabemos y quien sabe nunca lo conozcamos. Al menos la pagina web de la DAFO (Dirección del Audiovisual Fonografía y Nuevos Medios ) no menciona nada al respecto. Tan solo tuvimos noticias extraoficiales que en los ordenados archivos del Ministerio no encontraban los anteriores informes que voluntariamente habían hecho los cineastas respecto al tema, así que hubo que contactarlos y solicitárselos. Después de todo es material importante por la información contenida y que en gran medida viene a resolver parte del necesario informe que en algún momento los funcionarios tendrán que hacer para cumplir con el burocrático encargo.

Sin embargo, mas allá de que aparezca publicado o no el informe mencionado, y ojalá exista y pronto lo conozcamos, la reciente consulta realizada por la DAFO sobre los futuros concursos cinematográficos 2018 (y que por razones de extensión y complejidad abordaremos en otra nota) evidencian que no existe mayor voluntad por parte del Ministerio de Cultura de enfrentar el tema Cinemateca Nacional con el diseño de una seria Política de Conservación al respecto, la que a nuestro juicio debe de estar enmarcada dentro de una Política Cinematográfica mayor.

Para contentar a la platea, se prefiere más bien destinar una buena cantidad de dinero (750,000 soles) a lo que se ha denominado “Concurso Nacional de Proyectos de Preservación Audiovisual” que mas allá de la buena voluntad que los motiva, resultan siendo solo un paliativo a un tema que necesita una solución mayor: el de la pérdida sostenida de nuestros archivos cinematográficos.El Concurso, resulta la evidencia que se está escogiendo un tortuoso camino equivocado, tal como lo demuestran otras experiencias internacionales: el camino de la privatización de nuestro patrimonio fílmico.

Y por ultimo, porque no decirlo, se organiza un concurso donde al menos uno de los premios parece ya tener un ganador seguro (o tal vez dos). ¿Adivinen que Universidad será? Aunque ya sabemos la burocrática respuesta que se nos dará; como muchos también nos peguntamos ¿Por qué con esa cantidad de dinero no se sientan las bases de una Cinemateca Nacional?

Francisco Adrianzén Merino
Lima, 28 de abril 2018